Me encantó el lugar, sus vistas, la piscina y el jacuzzi.
Lo que no me gustó para nada fue el desayuno, ese pinto era todo lo que no tenía que ser, lo más sin gracia del mundo.
Lo mejor es que el último día ibamos saliendo y venos una microbus de un club gastronómico, que verguenza ajena, ese desayuno, en específico el pinto, dejaba mucho que desear.